Editorial: Recibo una nota de prensa del Colegio Molí d'en Xema de Manacor donde me piden que haga eco de “la carrera contra el hambre” donde ellos participan activamente, porque cada día mueren en el mundo 8.600 niños y niñas menores de 5 años por desnutrición. Si lo multiplicamos por 365 días que tiene el año nos da un resultado de 3.139.000 fallecimientos. Quedo impactado. No me lo puedo creer. Me han contado mucho los voluntarios de Llevant en Marxa, amigos que tengo en Médicos del Mundo y me facilitan información algunas ONGs en las cuales colaboro. Pero esas frías cifras puestas ahí delante por estudiantes de una escuela manacorina me han conmocionado.

En que nos hemos convertido, cual es el camino que hemos elegido, hacía donde va nuestra existencia. Que valores predominan. Nos estamos cargando el Planeta y no pasa nada. Dirigen nuestros destinos grupos financieros despiadados y tampoco. Mientras se mueren más de tres millones de niños menores de 5 años en el mundo, nos anuncian las cadenas de televisión que tiramos el 30% de la comida que compramos y se pierde otro 20% de los excedentes que producimos. Nos hemos vuelto locos. Pensemos un poco un día de fiesta en homenaje al Día Internacional del Trabajo. Unos minutos. A donde vamos. Si hay una meta quiero saberlo. Si hay un objetivo quiero que lo compartan conmigo. Que vergüenza, en que nos hemos convertido.

No lo he descubierto hoy, hace años que vivo sumergido en una gran desazón. Pero esos niños y niñas, sus padres y madres, sus profesores del Molí d'en Xema de Manacor me han refrescado la memoria, los sentimientos, el drama del mundo y su planeta. Los dirigentes rusos y americanos, los chinos, europeos, todos juegan a la ruleta asesina y las grandes multinacionales publican sus multimillonarias cuentas de resultados con ganancias que sonrojan. Las fábricas de armas, las eléctricas, las entidades financieras, los fondos buitres, las farmacéuticas, las casas de coches, las petroleras, las tecnológicas. Ellos a lo suyo.

Les votamos para que el planeta, el mundo, el continente, el estado, la comunidad, el ayuntamiento, propicien que sea todo mejor, y nos encontramos con una huida hacía adelante desenfrenada y con más guerras y hambruna que nunca. En Venezuela por ejemplo están en los huesos sus ciudadanos y sin embargo los militares que gestionan el presupuesto nacional cada día son más ricos, fortunas impensables ostentan más de 1.500 de ellos.

Creo que si nos hemos vuelto muy locos, estamos muy enfermos. Solo pensamos al corto plazo, hoy y mañana. Durante muchos siglos hubieron personas malas, buenas, menos malas y más buenas. Pero siempre se respetaron los principios esenciales y el aprecio sagrado al planeta y los siguientes en ocuparlo. Estoy triste. La vida avanza sin pausa, pero seguiré luchando con todas mis fuerzas para cambiar este rumbo asesino de civilizaciones.

Por Rafael Gabaldón San Miguel.